La oruga glotona

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El cuento transcurre en el comienzo de una hermosa noche, sobre una hoja que estaba iluminada por la luna, se encontraba un pequeño un huevo. El protagonista de este relato aún no había nacido, estaba preparándose para que todos conociéramos su historia y trayectoria de vida.

Su nacimiento ocurrió en la mañana de un domingo al levantarse el sol de forma resplandeciente, era un día cálido pero algo refrescante. Entonces, del huevo salió una oruguita chiquita con mucha, demasiada, exagerada y bastante ¡hambre!

Inmediatamente la pequeña criatura inició la búsqueda de lo que comería ese día, el nuevo alimento que le ofrecería fuerzas en esta nueva vida.

El lunes atravesó una manzana a mordiscos pero no quedó lo suficientemente satisfecha, tenía demasiada hambre y quería más.

El martes atravesó dos peras a mordiscadas y aún así no fue todo lo que quería su pequeña barriga para que estuviera contenta.

El miércoles atravesó tres ciruelas a bocados pequeños pero tenía más hambre que nunca y todavía no se sentía muy llena que digamos.

El jueves atravesó cuatro fresas con grandes mascadas y ni siquiera de esa forma podía quedar completa por dentro.

El viernes atravesó cinco naranjas a mordiscos, ¿Y adivinen qué? Exacto, su estómago seguía pidiendo más y más comida.

El sábado atravesó a mordiscos un pedazo de pastel de chocolate, un helado, un pedazo de queso, un trozo de longaniza, una paleta de dulce, una salchicha, más quesito y un trozo de sandía. ¡Aquella noche tuvo un gran dolor de estómago! ¡Pero igual lo valió porque todo aquello sabía muy rico! ¡Le había gustado todo eso! Pero eso no quería decir que estaba absolutamente repleto.

Al día siguiente fue domingo otra vez. La oruga atravesó a mordiscos una hoja verde y después de haberla terminado del todo, se encontró mucho mejor. Ya no tenía más hambre, estaba totalmente deleitada. Por fin pudo llenar su estómago, ya este no le rugiría como loco en las noches y lo dejaría dormir en paz.

La oruguita se dio cuenta de que ya no era pequeña, se había vuelto grande y gorda: Se convirtió formalmente en una oruga. Se construyó una casita, que resultó ser un capullo y permaneció allí adentro más de dos semanas donde ocurriría algo mágico y sorprendente con su cuerpo.

Transcurrido el tiempo previamente indicado, la oruga abrió un agujero en al capullo con sus dientes para empujarlo hacia afuera y salir. Ya no era aquel gusanito pequeño de hace tres domingos atrás ni tampoco era la oruga comelona que nada le llenaba la barriga: Ahora se había transformado en una preciosa mariposa.

Físicamente era mucho más bonita, ese tiempo que pasó refugiada en el capullo le brindó el crecimiento de unas hermosas alas cuyo diseño y colores eran espectaculares, asombrosos, únicos y podría dejar a cualquier experto absolutamente maravillado. Todos mirarían a esta hermosa mariposa y la admirarían, le tendrían respeto y confianza, nadie se hubiera podido imaginar que una vez fue una oruga gorda… Y esto la hacía muy feliz.

FIN.

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