Miedo a la oscuridad niños
Había una vez un niño llamado Pedro. Era un niño con una imaginación desbordante que siempre le gustaba crear historias e inventar cosas, de hecho, de mayor quería ser un gran inventor.
El mejor amigo de Pedro era Luisito, al que también le encantaba inventar. Luis vivía en el apartamento de al lado. Ambos estudiaban juntos y siempre que podían se juntaban para crear nuevos proyectos.
Entre las ingeniosas cosas que habían construido estaban, un reloj de patata, una resortera o tirachinas que disparaba por control remoto y muchas otras divertidas curiosidades.
Un día ambos decidieron reunirse en casa de Pedro para terminar su siguiente invento, una especie de tubo, que les serviría para enviarse mensajes y pequeños objetos. Habían pensado que después de terminar su «Tubocomunicattor», verían una película.
– Mi madre nos ha hecho un bizcocho de chocolate para merendar mientras trabajamos en nuestro invento — dijo Pedro.
– ¡Genial!, Yo llevaré helado para comer mientras vemos una peli — le respondió Luis.
Después estuvieron hablando sobre qué película que iban a ver:
– ¡Ya sé! — afirmó Pedro — podemos ver una de monstruos.
– ¿Seguro? ¿No dan mucho miedo? — preguntó Luis.
– ¡Va! ¡No seas miedoso! — le respondió Pedro — Además, ya somos grandes y debemos dejar de temerle a cosas tan tontas como los monstruos.
– Bueno… , tienes razón ¡Hagámoslo! —respondió Luis no muy convencido—.
Esa tarde los amigos se reunieron como habían acordado. Tardaron un buen rato en dar los toques finales a su proyecto y cuando por fin terminaron ya había caído la noche.
El momento de disfrutar de la película de monstruos había llegado, así que prepararon unos bocadillos y con el helado de postre, se pusieron cómodos.
Los dos amigos se asombraban con cada escena la película, de vez en cuando incluso quitaban la mirada de la pantalla a causa de alguno de los sustos de la película. Cuando finalizó, ambos amigos tenían cara de sorprendidos. A los dos les había gustado, sin embargo, había dejado en ellos una extraña sensación mezcla de nervios, temor y sorpresa.
Pronto llegó la hora de dormir. Dormirían juntos en una litera que Pedro tenía en su cuarto, litera que estaba justo en frente del armario. Ambos se colocaron sus pijamas, se metieron en sus camas y apagando la luz se dispusieron a dormir.
Pero Pedro no conseguía dormir, en su memoria aparecían algunas escenas de la película que lo ponían algo nervioso. ¡De repente! Pedro escuchó un leve crujido y, automáticamente, se quedó paralizado. Escuchó entonces con más atención…; le pareció que la puerta del armario se estaba abriendo… En ese momento se quedó paralizado, muy despacio colocó su cara en la ranura que se formaba entre la pared y la cama para llamar a su amigo Luis que descansaba debajo.
– ¡Psss! ¡Luis! – susurró Pedro.
En ese momento Luis dirigió su mirada a donde estaba Pedro.
– ¿Qué sucede? – preguntó Luis.
– Creo que hay algo dentro del armario.
Al escuchar esto, Luis asustado giró lentamente su mirada hacia el armario y pudo ver la puerta un poco abierta. Dentro del armario se podía ver una oscura silueta, parecida a una silueta humana, pero ésta tenia una forma extraña, como si no tuviera huesos. En ese instante, Luis giró nuevamente su cabeza y le dijo a Pedro.
– Si ¡Lo veo!
– Y ahora ¿Qué hacemos? – preguntó Pedro entre susurros.
Ambos estaban paralizados de miedo, podían incluso oír sus propios corazones latir agitados, pero en ese momento Luis recordó que en la película habían visto que los monstruos eran vulnerables a la luz.
– ¡Tengo una idea! – dijo animado,- solo tenemos que encender una luz para que el monstruo se desvanezca en el aire como humo.
El problema era que ambos estaban muy asustados, ninguno de los dos era capaz de moverse para encender la luz.
Pedro vio en ese momento el tirachinas automático, la resortera a control remoto que habían hecho hace unas semanas y casualmente el mando de control remoto estaba junto a la cama de Pedro, en el suelo. Solo tenia que estirar el brazo y lo alcanzaría. Pedro, hizo señas a Luis para que viera el tirachinas y luego señaló el interruptor de la luz.
Al captar la señal, Luis tomó cuidadosamente una pelotita que estaba también en el suelo. La colocó en el tirachinas y apunto al interruptor. Pedro que estaba preparado con el mando a distancia activó el botón de disparó y ¡Se encendió la luz!.
Ambos se giraron rápidamente hacia el armario y para su sorpresa, el monstruo no era mas que un abrigo de Pedro que estaba colgando en una percha.
Ambos niños se miraron sorprendidos y después de unos segundos rieron aliviados comprendiendo lo lejos que los había llevado su imaginación.