PAPÁ NOEL SE EQUIVOCA (parte 2)

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¿Por donde va Papá Noel? – Enid Blyton – Papá Noel Existe

 (IR A LA PRIMERA PARTE DEL CUENTO)

¿No os importa que me quede aquí un ratito, hasta que el reno que he enviado a buscar el mapa, que se me llevó el viento, vuelva a traértelo?.

 Si continúo intentando adivinar cuáles son las chimeneas acertadas seguro que me equivoco unas cuantas veces más.

-Pues claro que puedes quedarte, todo el tiempo que quieras, Papá Noel dijo Ellen–. Nos encantaría que te quedaras. Voy a buscar unos cuantos bombones para ti.

¿Seguro que las personas mayores no me oirán Y se despertarán? – susurró Papá Noel-. Nunca sé qué decirles a las personas mayores. Soy muy tímido y vergonzoso con ellas. 

 A mí lo que me gusta son los niños. 

No creo que mamá y papá se despierten dijo Ellen-. Ellos duermen siempre profundamente. Lo único que puede pasar es que nuestro perro Spot se ponga a ladrar.

-Bueno, pues id a buscarlo y traedlo aquí – dijo Papá Noel-. Creo que tengo un hueso de goma para él. 

Estaba en mi lista: «un hueso de goma para un perro»… Y se lo puedo dar ahora mismo. Los perros no suelen dejar calcetines colgados, así que normalmente les doy mis regalos directamente o, si no están despiertos, se los dejo en su cesto o en su caseta.

Jack fue a buscar a Spot, que se mostró encantado de ver a Papá Noel. Se le subió de un salto a las rodillas y le estuvo lamiendo toda la cara.

-¡Tiene una lengua mejor que una esponja! dijo Papá Noel-. Toma, Spot, aquí tienes este hueso para lamer. Me parece que ya me has lavado bastante la cara con tus lametones.

Jack y Ellen estaban felices. Estar allí sentados con Papá Noel, oyéndole hablar y reír y viéndole comer bombones, era la aventura más emocionante de sus vidas.

De repente oyeron que alguien llamaba a la ventana suavemente. Papá Noel se levantó de un salto.

-Es mi reno, que ya ha vuelto! – dijo.

Abrió la ventana sin hacer ruido y, para gran sorpresa de los niños, entró por ella una gran cabeza peluda. Era la cabeza de uno de los renos de Papá Noel. Su cornamenta era tan grande que no pasaba por el marco de la ventana, así que el reno sólo pudo meter dentro su enorme y suave morro, que era muy alargado y como de terciopelo. Llevaba en la boca un trozo de papel muy grande.

-Muchas gracias, reno dijo Papá Noel mientras le acariciaba el morro-. Me alegro de haber recuperado mi mapa. ¿Tenéis un poco de azúcar para mi amigo, niños?

-¡Claro que sí! dijo Ellen, corriendo hacia un aparador en el que había un azucarero lleno. Sacó un puñado de terrones de azúcar y entre ella y Jack se los dieron al reno, que se los comió contentísimo.

Entonces Papá Noel cerró la ventana y miró el mapa. Era el mapa más curioso que se pueda imaginar, pues en él sólo se veían chimeneas, y todo el papel estaba marcado con cruces amarillas.

-Bueno, queridos dijo Papá Noel con un suspiro mientras enrollaba el mapa- ¡tengo que irme!

Lo he pasado muy bien este ratito que he estado con vosotros… ¡Qué personitas tan maravillosas sois los niños! Siempre me habéis gustado mucho más que las personas mayores.

Pero ahora, por culpa de haber perdido este mapa, se me está haciendo tarde, 

así que me tengo que ir. Muchas gracias por vuestra ayuda, y por los bombones y los terrones de azúcar ¿No os importa dejarme salir por la puerta principal? No me gustaría tener que volver a pasar por esa chimenea, ¿sabéis?.

Los niños acompañaron a Papá Noel hasta la puerta principal y le vieron salir. Les hizo una caricia a cada uno y desapareció en la oscuridad de la noche. Le oyeron llamar a su reno con un silbido y se quedaron escuchando el tintineo de las campanas del trineo, que sonaban a medida que el reno se iba acercando a Papá Noel.

Ellen y Jack cerraron la puerta y volvieron a la cama. Estaban tan emocionados que no podían dormirse.

Me temo que no tendremos regalos en nuestros calcetines, Ellen – -dijo Jack–. Papá Noel ya no vendrá a esta habitación.

-Bueno, pues a mí no me importa contestó Ellen-. Le he visto a él en persona. He hablado con él… le he dado azúcar a su reno… ¡ hasta le he dado una palmadita! Me da igual que no llene mis calcetines de regalos, aunque no vuelva a hacerlo nunca más. ¡Existe de verdad!

Pasó mucho rato antes de que los niños consiguieron quedarse dormidos. Y ¿sabéis qué? 

¡Cuando se levantaron por la mañana, sus calcetines estaban más llenos de regalos que nunca!

 ¡ Había regalos también encima de la cama y por el suelo!

-;¡Ha venido otra vez! dijo Ellen entusiasmada-. 

¡Querido Papá Noel! ¡Mira en los calcetines, Jack: están los juguetes más bonitos que hemos tenido nunca!

No le digas ni una palabra a nadie de lo que pasó anoche, de que vimos a Papá Noel y le ayudamos a salir de la chimenea y todo eso dijo Jack-. Estoy seguro de que él quiere que lo mantengamos en secreto.

 ¡Imagínatelo volviendo a nuestra casa y entrando esta vez por la chimenea acertada!

Papá y mamá se quedaron muy sorprendidos al ver cuántas cosas les habían dejado a los niños en los calcetines y en la cama.

Menos mal que estabais dormidos cuando llegó -dijo mamá-. Ya sabéis que no le gusta que los niños le vean.

No entendió por qué cuando les dijo eso, Ellen y Jack se miraron y sonrieron… pero yo sé por qué lo hicieron,

 ¿vosotros no?

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