Igor celebra su cumpleaños con Porquete y Winnie the Pooh 🥳
Igor, el viejo burro gris, estaba junto al arroyo y se miraba en el agua.
-Patético -dijo-. Eso es lo que es. Patético.
Se volvió, dio unos pasos rio abajo, luego cruzó a la otra orilla y dio unos pasos arroyo arriba. Después volvió a mirarse en el agua.
– Ya lo sabía yo -dijo-. Este lado es igual de malo. Pero a nadie le importa. A nadie le importa un pito. Patético. Eso es lo que es.
Se oyó un ruido en la maleza detrás de él y apareció Winnie the Pooh.
-Buenos días Igor -dijo Pooh.
-Buenos días, Oso Pooh – dijo Igor con desgana-. Si es que son buenos -dijo-, lo cual no está nada claro.
-¿Por qué? ¿Qué pasa?
– Nada, Oso Pooh, nada. No todos podemos y algunos de nosotros sencillamente nunca lo conseguimos. Eso es lo que hay.
-No todos podemos, ¿qué? -dijo Pooh rascándose el hocico.
– Alegría. Cantar y bailar. “Viva la Pepa”.
-¡Oh! -dijo Pooh, y se quedó pensativo durante un buen rato. Luego preguntó-: ¿Qué Pepa?
– “Bon-hommy” -continuó Igor con voz lúgubre-. Una palabra francesa que significa buen humor -explicó. No me quejo, pero eso es lo que hay.
Pooh se sentó sobre una piedra grande y trató de entender todo aquello. Le parecía un acertijo, y él siempre había sido una calamidad para los acertijos, siendo como era un Oso de Muy Poco Cerebro. Así que decidió cantar el Tira la lira por si servía:
Que tira la lira, que tira la los.
El gato está malo porque tiene tos.
Dime un acertijo yo te digo dos.
Que tira la lira, que tira la los.
Ésta era la primera estrofa. Cuando la terminó, Igor no dijo que no le hubiera gustado, así que Pooh, muy amable mente, cantó la segunda estrofa:
Que tira la lira, que tira la les.
Hay burros volando y tú no lo ves.
Dime un acertijo, yo te digo tres.
Que tira la lira, que tira la les.
Igor continuó sin decir nada, así que Pooh siguió con tercera estrofa:
Que tira la lira, que tira la las.
Éste no lo aciertas ni lo acertarás.
Dime un acertijo, yo te digo más.
Que tira la lira, que la tirarás.
-Eso -dijo Igor-. Canta. Chun-da-ta-chún. Alegría, alegría. Diviértete.
-Eso es lo que hago -dijo Winnie the Pooh.
-Algunos pueden -dijo Igor.
-:Por qué? ¿Qué pasa?
-¿Tiene que pasar algo?
– Pareces tan triste, Igor…
-¿Triste! ¿Por qué iba a estar triste? Es mi cumpleaños. El día más feliz del año.
-¿Tu cumpleaños? -dijo Winnie the Pooh con sorpresa.
– ¡Claro! ¿No lo ves? Mira todos los regalos que he tenido.
Y movió la pata de un lado a otro-. ¡Mira la tarta! Con velas y todo.
Pooh miró primero a la derecha y luego a la izquierda.
-¿Regalos? – dijo Pooh-. ¿Tarta? – dijo Pooh-. ¿Dónde?
¿No los ves?, No -dijo Winnie the Pooh.
-Yo tampoco -dijo Igor-. Broma -explicó-. JA, JA.
Pooh se rascó la cabeza un poco aturdido. -¿Pero es tu cumpleaños de verdad? -preguntó.
-Sí.
-Ah, bueno, pues «¡Muchas Felicidades, Igor!»
-Y muchas felicidades para ti, Oso Pooh! -Pero no es mi cumpleaños.
-No; es el mío.
-Pero has dicho «Muchas Felicidades»
-¿Por qué no? NO querrás ser siempre desgraciado el día de mi cumpleaños, supongo.
-Ya -dijo Pooh-. No, claro que no.
-Es suficiente – dijo Igor casi llorando-, que sea desgraciado yo, sin regalos, sin tarta, sin velas y sin nadie que me haga caso. No es necesario que todos los demás seáis desgraciados también.
Esto ya era demasiado para Winnie The Pooh.
-;¡Espera aquí! -le dijo a Igor y salió corriendo para casa, tan deprisa como pudo.
Comprendía que tenía que conseguir inmediatamente cualquier clase de regalo para el pobre Igor. Más tarde pensaría en un regalo de verdad.
A la puerta de su casa encontró a Piglet que daba salto
intentando alcanzar la aldaba.
-Hola, Piglet -dijo.
-Hola, Puh -dijo Puerquito.
-¿Qué estás haciendo?
-Intentaba alcanzar la aldaba -dijo Porquete-. Acabo de llegar.
-Déjame que te ayude – dijo Puh amablemente. Se puso de puntillas y dio un aldabonazo-. Vengo de ver a Igor
-empezó-, y el pobre está Hecho Polvo, porque es su cumpleaños y nadie se ha dado cuenta, y está Muy Deprimido (ya sabes cómo es él) y, bueno, pues me lo encontré, y vaya cuánto tardan en abrir en esta casa – y dio otro aldabonazo.
-Pero Pooh -dijo Piglet-, es tu propia casa.
-Oh! -dijo Puh-. Es verdad. Bueno, pues entramos.
Y entraron. Y lo primero que hizo Winnie the Pooh fue ir a la alacena a ver si le quedaba algún tarro pequeño de miel, y le quedaba uno, así que lo bajó.
-Le voy a dar esto a Igor -explicó-. Es un regalo. ¿Tú qué le vas a regalar?
¿Por qué no regalamos esto entre los dos? -dijo Piglet.
-No -dijo Pooh-. Ése no es un buen plan.
-De acuerdo, le daré un globo. Me queda uno de mi fiesta. Si te parece, iré a buscarlo ahora.
– Esa sí que es una buena idea. Es justo lo que Igor necesita para alegrarse un poco. Nadie puede estar triste con un globo.
Así que Piglet salió corriendo y Pooh se fue en dirección contraria con su tarro de miel.
Hacía calor y tenía que andar bastante. Llevaba hecha la mitad del camino cuando empezó a sentirse raro. Sentía como un cosquilleo que le empezaba en la punta de la nariz y le llegaba hasta la planta de los pies. Como si alguien desde dentro le estuviera diciendo: «Bueno, Pooh, es hora de comer algo».
– Vaya, vaya -dijo Pooh-. No sabía que fuera tan tarde.
Conque se sentó y quitó la tapa al tarro de miel. «Menos mal que se me ocurrió traerme esto -pensó-. Muchos osos hubieran salido en un día de calor como hoy, sin pensar en llevarse algo de comer». Y metió el hocico en el tarro.
«Ahora veamos -pensó después de dar el último lametón-. ¿Adónde iba yo? Ah, sí, Igor». Y se puso de pie.
Y de repente se acordó. Se había comido el regalo de cumpleaños de Igor!
-¡Porras!-dijo Pooh-. Y ahora, ¿qué hago? Tengo que llevarle algo.
Pensó un rato, pero no se le ocurría nada.