Hace mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un pescador, este pescador vivía solo, no tenía esposa ni hijos. Todos en el pueblo lo conocía y lo apreciaba; sin embargo, José, el pescador, se sentía muy solo. No era lo mismo tener muchos amigos y ser apreciado que tener una familia, una esposa e hijos.
A José le gustaba su trabajo, su padre, también había sido pescador y desde que estaba muy pequeño comenzó a enseñarle el oficio. Todos los días lo llevaba con él en su barca y le enseñaba todas las cosas necesarias para ser un gran pescador, las áreas donde podía encontrar mejores peces, los tipos de red y algunos secretos de familia para ser un buen pescador.
Un día pescando con su padre, José vio una gran roca que sobresalía del agua, le preguntó a su padre qué era esa gran roca quien le dijo – Es la roca de las doncellas, una vieja leyenda cuenta que en ella habitan hadas y que solo pocas personas las han visto – José se quedó mirando fijamente aquella enorme roca que le causaba mucha curiosidad ¿Cómo era posible que en esa roca pudiera vivir alguien sin que nadie se diera cuenta de que estaba allí?, le parecía increíble.
Aún después de ser un adulto, José, sentía una especie de atracción hacia esa roca, siempre que pescaba cerca de ella sentía algo extraño, no era miedo, solo una curiosidad enorme y la sensación de que lo observaban.
Uno de esos días en que estaba cerca de la peña echando sus redes al mar, José estaba viendo muy fijamente hacia la roca, y de repente vio una silueta humana que pasaba rápidamente, como alguien que no quisiera ser visto. José estaba impresionado no podía hacer más que quedarse allí parado con expresión de asombro… luego de un rato decidió llamar.
– ¡Oye! ¡Ya te he visto! Así que no vale de nada que trates de esconderte.
Fue algunos segundos después de decir esto que vio cómo alguien se asomaba por uno de los lados de la roca ¡Era una doncella! Y era muy bonita, tenía unos lindos ojos marrones y un cabello largo y oscuro algo alborotado.
– Hola ¿Quién eres? – Preguntó José.
La doncella algo tímida le contestó – Soy Ana, mucho gusto.
En ese momento entablaron una conversación bastante amistosa, Ana era un hada que vivía en la roca desde hace un tiempo, le dijo a José que cada vez que pescaba cerca de la roca ella lo observaba.
Ahora siempre que José salía a pescar iba a la roca y allí estaba Ana esperándolo, siempre hablaban de cosas muy interesantes, Ana le contaba a José las cosas que veía en el mar y él le contaba las cosas que veía mas allá, ya que ella no podía irse de la roca.
– Pero ven conmigo – le decía José – así podrás ver el mundo.
Pero Ana le contestó que no podía irse de la roca, la única forma era que alguien le pidiera matrimonio.
Así pasó el tiempo y los dos se veían todos los días, José se había enamorado de Ana y ella también lo amaba. Entonces un día José decidió que era hora de sacar a Ana de esa roca ¡le pediría que se casara con él! Ese día José le hizo su propuesta a Ana, cuando ella vio el anillo gritó de la emoción y aceptó la propuesta de José. En ese momento José subió a Ana en su barca y los dos partieron.
Vivían muy felices juntos, ya ninguno de los dos volvió a estar solo jamás. Muchas veces Ana acompañaba a su esposo José a pescar y al pasar cerca de la roca ambos la miraban recordando aquel día en que se conocieron y habían dejado de sentirse solos.