La tortuga era un animal despreciado por todos los animales de la sabana.
Un día la tortuga fue al río a buscar al hipopótamo y éste la recibió así:
-¿Qué quieres, repugnante animal? ¡Vete ahora mismo si no quieres que te aplaste!.
La tortuga contestó:
-Hipopótamo, deja de insultarme. Vosotros los animales grandes creéis que podéis maltratarme porque soy pequeña, pero os equivocáis. Porque, ¿no sabes que soy más fuerte que tú?.
El hipopótamo se echó a reír y respondió:
-Vete con tus cuentos. Yo puedo matarte con solo un dedo.
La tortuga, admitiéndolo, le dijo:
-Es cierto, puedes matarme porque pesas mucho, pero eso no es lo mismo que tener fuerza. Si quieres conocer mi fuerza, deja que busque una cuerda fuerte y vamos a competir los dos. No conseguirás arrastrarme ni un centímetro.
El hipopótamo entre carcajadas le dijo:
-Yo puedo arrastrarte a ti y a todas las tortugas del mundo.
-¡Ya lo veremos!. Mañana por la mañana traeré una cuerda larga y fuerte para que podamos competir los dos.
-¡De acuerdo! ¡Lo que me voy a reír…!- dijo el hipopótamo mientras se sumergía en el río entre carcajadas.
Despidiéndose del hipopótamo fue a ver al elefante, que le gritó nada más verla:
-¡Vete de aquí repugnante animal, o te aplasto!.
A lo que la tortuga respondió:
-Elefante, no me insultes. Vosotros los animales grandes, creéis que soy un animal insignificante porque tengo el cuerpo pequeño. Pero tú no sabes que tengo una poderosa medicina para la fuerza. ¿No sabes que mi casa esconde mi fuerza?.
El elefante se echó a reir:
-¿Cómo dices, animalejo? ¿Tienes algo de fuerza? ¿Dónde está?. Vete de aquí, eres una pobre infeliz. Podría matarte con un solo dedo.
-Si es verdad, podrías matarme. Pero esa no es tu fuerza, sino tu peso. Si quieres conocer mi fuerza, acepta que nos midamos tirando de una cuerda. Nunca conseguirás vencerme. ¿Quieres que probemos?
El elefante se rio de nuevo y dijo:
-¡Bah para qué!. Todos los animales se reirían de mi.
-¡Eso es porque tienes miedo!.
El elefante se quedó pensativo y finalmente aceptó. La tortuga respondió:
-Bien, mañana por la mañana vendré a competir contigo.
La tortuga sin perder un minuto consiguió una cuerda larga y colocó un extremo junto al río y el otro extremo del cabo junto a la casa del elefante. Cuando terminó ya era hora de dormir.
A la mañana siguiente fue a ver al hipopótamo para preguntarle si había acabado de prepararse. El hipopótamo le dijo que claro que si.
Entonces la tortuga le dio las instrucciones:
-Quédate aquí y coge este cabo de la cuerda, mientras yo voy a coger el otro en la sabana. No llegaré pronto por que no ando ligera. Cuando oigas mi voz puedes tirar…
Fue corriendo lo más rápido que pudo a ver al elefante y este ya le esperaba.
-Bien, espera que vaya a coger la cuerda por el otro extremo. Cuando oigas mi voz, puedes tirar fuerte.
La tortuga se fue y parándose en medio de los dos gritó: ¡YA! ¡TIRA! ¡TIRA!.
Así que al oír la voz de la tortuga, el hipopótamo empezó a tirar y el elefante hizo lo mismo por su lado. La tortuga sentada en medio se reía de ellos y de vez en cuando gritaba:
-¡Tira, vamos! ¿Estas durmiendo? ¿Donde está tu fuerza?-
El hipopótamo y el elefante tiraron sin descanso todo el día. El hipopótamo pensaba.
– ¿Qué es esto? ¿La tortuga tiene tanta fuerza?.
También el elefante estaba asombrado y sudoroso por el esfuerzo.
La tortuga, en medio de los dos, se moria de risa.
Al atardecer la tortuga les gritó:
-¿No te has cansado todavía? ¿Quieres que tiremos toda la noche? Si aceptas mi victoria, deja la cuerda.
Y los dos la soltaron, así que la tortuga se dirigió a toda prisa al río donde estaba el hipopótamo y le dijo:
-¿Reconoces ahora que soy más fuerte que tú?
-Realmente, has vencido. – Contestó el hipopótamo avergonzado – Seamos hermanos. Pero dime ¿Dónde escondes tu fuerza?-
– Es solamente cuestión de mi medicina- dijo la tortuga mientras se alejaba camino de la sabana.
Cuando llegó a casa del elefante, lo encontró tumbado en el suelo y le dijo:
-¿Qué te pasa hermano elefante?
-Me he cansado mucho tirando, ha sido un trabajo muy duro.
-Vaya, pues yo no me he cansado nada- respondió la tortuga estirando un poco su cuello.
-Realmente me has ganado tortuga, pero dime ¿de dónde has sacado tanta fuerza?
– Yo tengo una medicina para la fuerza y escucha lo que te digo: de ahora en adelante no me ofenderás nunca más.
– Convendría que fuésemos hermanos, amiga tortuga, somos en efecto iguales porque verdaderamente tu tienes mucha fuerza.
Al volver a su casa la tortuga pensaba con una sonrisa:
«Los animales grandes tiene la fuerza, pero no tienen demasiados sesos»