El soldadito de plomo

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Relato del cuento de Hans Christian Andersen, “El soldadito de plomo”.

 

El día de su cumpleaños un niño recibió una caja de soldaditos de plomo, todos iguales, bien pintados de guerrera roja y pantalón azul, todo impecable. Corrió a la mesa y los colocó en línea. Cuando los tenía en fila notó que a uno de ellos le faltaba una pierna, posiblemente por faltar plomo a la última colada de donde fueron creados. A él no le importó e incluso lo distinguió como héroe de guerra.

En la mesa donde los había alineado había infinidad de juguetes, pero a lo que el soldadito de plomo le impactó fue un castillo de papel en donde habitaba una hermosa princesa bailarina que en gesto de valet desplegaba una pierna hacia arriba y se sostenía de la otra. A él le pareció que ella también tenía una sola pierna, lo que le enterneció y se dijo: «Ella será una buena esposa para mí. No descansaré hasta hablar con ella». Luego del juego el soldadito se acostó  detrás de una caja de tabaco que también estaba en la mesa. Desde allí divisaba a la princesa para no perderle la pista.

En algún momento entrada la noche los juguetes se divertían haciendo ruidos que despertaron al canario, uniéndose al bullicio de alegría y juegos. A las 12 en punto de la caja de tabaco, luego de abierta, salió de manera inesperada un muñeco de resorte que le recriminó al soldadito y le ordenó que no mirase a la bailarina. Éste ni se inmutó. Pero el duende como lo llamaba el soldadito, lo amenazó con represalias al día siguiente.

Cuando despertó, no se sabe cómo llegó al borde de la ventana. Tampoco se sabe qué mágica orden impelió un viento fuerte que cerró la ventana, golpeando al soldadito que cayó desde un 3er piso, justo a la calle, y se clavó entre dos ladrillos.

A todas estas se decía que no iba a perder su compostura y seguiría asiendo fuertemente su fusil contra el hombro.

A pesar de que la sirvienta y el niño bajaron rápidamente y buscaron diligentemente no lograron hallarlo, y desistieron al cabo de un rato. Luego comenzó a llover a cántaros. Una vez que la lluvia cesó, dos niños que pasaban notaron algo entre dos ladrillos y cuando buscaron se percataron que era un soldadito de plomo. Inmediatamente se dijeron que era bueno colocarlo en una barcaza de papel para dejarla libre en la canal de aguas de lluvia. Al hacerlo, la corriente  comenzó a impulsarlo a través de la canal hasta llegar a una alcantarilla por la que pasó a gran velocidad. Una rata percatándose del intruso le gritó que pagase el peaje y que enseñara su pasaporte. El soldadito ni se inmutó y la rata enfurecida amenazó a nuestro personaje con lo que le podría suceder. A todas estas la barca ya estaba bastante húmeda pero seguía impulsada por la corriente y a pesar que la rata corrió hasta el cansancio nunca pudo alcanzar y menos detener a la barcaza. Luego de un rato ésta llegó a una desembocadura, en la que luego de una gran catarata, por el golpe la barcaza se deshizo y el soldadito se fue hundiendo pero de repente un pez lo engulló y lo que vio fue oscuridad total de nuevo, como en la caja donde originalmente fue entregado.

Luego de un rato, un estremecimiento denotó algo inusual, luego fue calma y de manera sorpresiva alguien gritó: » Es un soldadito de plomo». Para su sorpresa fue llevado a la sala donde de nuevo vio el castillo y a la linda princesa, con quien cuya mirada se cruzó, y la alegría mutua inundó el ambiente.

Pero también estaba en la sala el «duende» vestido de negro. No se sabe qué maligno artilugio hizo que un niño arrojara al soldado a la chimenea, donde crepitaban las llamas, el fuego se extendía y nuestro personaje no sabía si el calor que lo derretía provenía de su corazón o de las llamas, ya que lo que nunca perdía de vista era a la princesa. Inesperadamente, la princesa salió impelida hacia la chimenea cuando una puerta se abrió. El fuego la consumió en el acto, como un suspiro, y sólo quedó la lentejuela que portaba. El soldadito también se derritió completamente.

A la mañana siguiente la sirvienta removió las cenizas de la chimenea y encontró un corazón de plomo y una lentejuela negra.

2 comentarios en «El soldadito de plomo»

    • Jajaja, poder aprender y compartir junto a tu hijo es un privilegio que tenemos los padres y que veo sabes aprovechar. ¡Enhorabuena! y ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! ;).

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