Érase una vez, ocurrió una reunión muy particular en un lugar de la tierra donde se hallaban todos sentimientos de los hombres.
Cuando el Aburrimiento, quien no veía cosas interesantes en ese lugar y no sabía qué hacer, bostezaba por tercera vez, la Locura, en su afán de demencia, les propuso al resto de las emociones jugar a las escondidas. La Intriga, quien se encontraba tramando algo para entretener al Aburrimiento, levantó la ceja; la Curiosidad, que llevaba rato preguntándose qué hacían todos ahí, le preguntó ¿Cómo se jugaba eso? La Locura explicó que consistía en que él se tapaba la cara y contaría hasta un millón mientras los demás buscaban un lugar donde ocultarse, cuando terminara el conteo iría a buscarlos y al primero que háyase tomaría su lugar para continuar el juego.
El Entusiasmo, el cual estaba exaltado porque tenía mucho tiempo sin ver a los demás sentimientos en un solo lugar, se puso a bailar seguido por la Euforia, este tenía rato experimentando una placidez al ver a viejos y nuevos amigos reunidos.
La Alegría, quien estaba tan feliz de poder estar con todos, dio tantos saltos de felicidad que terminó convenciendo a la Duda, la cual pensaba que todo podría ser una obra perversa de la Locura, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar: La Verdad decidió no esconderse porque siempre la conseguían rápido, la Soberbia opinó que era un juego muy estúpido, cuando realmente lo que le molestaba era que no fuese su idea, y la Cobardía pensó que era mejor no arriesgarse.
Inició el juego y la primera en esconderse fue la Pereza en cuanto vio la primera piedra que encontró, la Fe subió al cielo, el Triunfo se esforzó por subir la copa del árbol más alto y en su sombra estaba escondida la Envidia. El Talento se ocultó en la hierba fresca y la Angustia en una cueva oscura .La Generosidad solo pensaba en el escondite apropiado para alguno de sus amigos: El lago para la Belleza, la sombra de un árbol para la Timidez, el vuelo de una mariposa para la Voluptuosidad y nada mejor para la Libertad que una ráfaga de viento. Al final, se ocultó en un rayo de sol.
El Egoísmo localizó un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo pero solo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos, quise decir, detrás del arcoíris. La Pasión y el Deseo se fueron al centro de los volcanes. El Olvido… Bueno, nadie se acordaba de él y mucho menos de su escondite.
El único que no lograba esconderse era el Amor hasta que divisó un rosal y se metió entre sus flores.
La Locura terminó de contar y comenzó a buscarlos. La primera que consiguió fue a la Pereza solo a tres pasos de una piedra y así fue sucesivamente: Consiguió a todos excepto al Amor, buscó en cada piedra y árbol, en cada arroyo y cima de las montañas. A punto de rendirse, vio el rosal y con un palo empezó a mover sus ramas. De repente, un grito de dolor se escuchó: Las espinas se metieron en los ojos del Amor. La Locura comenzó a disculparse, lloró y suplicó, pidió perdón y le prometió ser sus nuevos ojos.
A partir de ese día, el Amor era ciego y la Locura lo acompañaría siempre.