Fábula de la Tribu Ambo, pueblo Bantú de Angola
¿Por qué no le gusta el fuego al león?
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Antiguamente el león vivía en la selva y mataba gran número de animales. No le faltaba nada y nadie se atrevía a enfrentarse a él. Pero tenía un gran problema: no sabía cómo cocinar la carne y estaba cansado de comer siempre carne cruda.
Un día, al amanecer, salió de caza y se adentró en la selva. Mirando acá y allá vio algo que brillaba. Se acercó sin miedo y saltó sobre el objeto misterioso. Pero se quemó todas las garras. Y saltando de nuevo se retiró a lamerse las quemaduras. Así es que se alejó prudentemente del fuego y le preguntó:
– ¿Quién eres tú que tienes una cuchilla tan cortante que es capaz de herirme?
– Yo soy el fuego, que quema todo. ¿No ves? Cuando me acerco a un árbol lo destruyó entero.
El león respondió:
– Es verdad, tú eres poderoso y valiente. Debemos hacernos amigos.
El fuego aceptó.
– Bien, pero no estoy muy seguro de que consigas soportarme.
Y se hicieron amigos.
Cuando el león volvió a su madriguera se apresuró a decir a sus cachorros:
– En el sitio donde he pasado el día he encontrado un buen amigo, fuerte como yo. Él es el que me ha hecho estos arañazos.
Los hijos le miraron asombrados.
– ¿Qué animal es ése? Todos nos temen, pero nos parece que ése no nos tiene miedo.
– No es un animal -respondió el león-. Se llama fuego. si te pones cerca de él cuando tienes frío, te calienta inmediatamente, como hace el Sol cuando nos ponemos bajo sus rayos.
Todos los días el león iba a llevar la carne a su amigo el fuego. Y al dársela le decía:
Amigo, coge esta carne para tu comida.
Y la echaba en el centro de la llama. al verla consumirse y carbonizarse, pensaba:
– Mi amigo ha comido; ahora está harto.
Pero un buen día el león se cansó de llevar la carne a su amigo el fuego. Y le dijo:
– Amigo, ¿Por qué no vienes una vez a verme? Te presentaré a mi mujer y a mis hijos.
– Iría con mucho gusto – Contestó el fuego – pero tengo muchos hijos y, si voy a verte, después no volvería. Es mejor que me quede quieto aquí donde estoy, porque no quiero estar en malas relaciones con todos. Mis chicos tienen mal genio, son irritables e insaciables.
– Yo también tengo muchos hijos -contestó el león-. Pero nos procuraremos gran número de animales, habrá carne abundante; verás cómo se hartan tus hijos y después ya no se irán retozando por la selva. Ven, amigo mío, dentro de tres días. Mientras tanto, nosotros iremos a cazar.
– Bueno -dijo el fuego-. Iré dentro de tres días.
Al llegar a su casa, el león reunió a su mujer y sus hijos y les ordenó:
– Vamos a cazar todos. Pronto vamos a recibir a varios huéspedes: mi amigo el fuego y todos sus hijos. Parece ser que son insaciables e indisciplinados.
– ¡Vámonos! -respondieron-. Que cada uno coja todas las presas que pueda. Y vamos a ver si somos capaces de saciar su hambre.
La familia del león logró capturar gran número de animales, que amontonaron a la entrada de la guarida.
La mañana del tercer día, al amanecer, cuando el sol empieza a brillar y el frío a desaparecer, se oyó que el fuego se había levantado de su lecho y se acercaba quemando la selva. El león dijo a los demás:
– Ya llegan nuestros amigos. Preparad la carne.
Como las llamas estaban aún lejos, no sintieron más que un ligero calor. Y gritaban al fuego:
– Amigo, reúne a tus hijos. Nosotros estamos todos aquí con la carne que te hemos preparado.
A medida que el fuego se acercaba el calor y el humo se hacían cada vez más insoportables.
-¡Cuidado! -exclamó el león-. Se diría que vienen a atacarnos. Nos conviene defender nuestra piel.
Se pusieron corriendo a echar tierra en el fuego, pero no consiguieron apagarlo. Se acercaba cada vez más.
Los leones, medio quemados, dieron un gran salto y se pusieron a salvo en el lado opuesto; pero los leoncitos, la carne y la selva quedaron reducidos a ceniza en un abrir y cerrar de ojos.
MORALEJA:
El que no está contento con lo que tiene acaba, de un modo o de otro, por quedar escarmentado.