Enemigos por la piel

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Historias de África - África para niños

Fábula del pueblo Azande de Zaire. 

 

 

Las excesivas alabanzas,
hasta las de los mejores amigos,
pueden perjudicarnos.
Eso les pasó al gallo y al cocodrilo de esta fábula.

El cocodrilo decidió un día ir a visitar a su amigo el gallo. Llamó a todos sus súbditos y se puso en camino. 

El gallo había dispuesto todo muy bien para recibir al Gran Jefe del río. En la aldea las gallinas habían preparado comida y bebida, fritos y asados de ánade, cocidos de faraonas, filetes de gacela y grandes tinajas repletas de vino de palma. A los pollitos les parecía estar en una fiesta.

 

Cuando el cocodrilo terminó de comer y de beber espléndidamente, pronunció el siguiente discurso:  

– ¡Ilustre amigo gallo, gran jefe de todos los que ostentan plumas!, yo y mis amigos te damos las gracias. Estamos muy satisfechos porque nos has acogido con gran honor y magnificencia. Pero tenemos que regresar ya a nuestra aldea junto al río. Quisiera pedirte un recuerdo que sea siempre la señal de nuestra amistad. 

 

El gallo respondió enseguida:  ¿Que puedo darte, amigo mío? 

– Mira, te pido que me des tus plumas, porque quiero hacerme un sombrero magnífico, todos los que me vean me preguntarán: ¿Dónde has encontrado unas plumas tan preciosas? y yo les hablaré a todos de tu grandeza y tu generosidad.

 

La Cresta del Gallo se puso pálida, luego el rey de las aves dijo: 

– Bien, espera un poco…  

Entró en la casa y salió con plumas de todo tipo y color.

 

– Puedes escoger todas las que quieras – añadió el gallo –  Mira qué bonitas son las plumas de Kurújurú y estás rojas, de en Nkoso, que solo pueden llevar los jefes. Mira estás del Papagayo… pero el cocodrilo contestó: 

 

– Amigo mío, ¡No querrás comparar tus plumas con esta birria! ¡Tú, el gran jefe que despierta al sol por la mañana!, No querrás compararte con una gentecilla que revolotea por la selva! .

 

Y sin más el cocodrilo agarró con los dientes las plumas de la cola del gallo, tiro y se fue con su séquito.

 

Las gallinas acudieron enseguida para rodear a su jefe y protegerlo del frío y de miradas indiscretas. Llegó la noche y el gallo deseaba que hubiese siempre oscuridad para que nadie advirtiera su vergüenza.

 

En la aldea, los hombres y los niños, después de haber dormido bien, abrieron sus ojos. Ya no tenían sueño, pero fuera aún era de noche. los hombres querían ir al campo para trabajar, pero ninguno había oído el kikiriki, señal de la marcha. Las mujeres salieron de las cabañas con una antorcha en la mano y miraron hacia Oriente, pero no se veía el sol. Este esperaba que lo llamase el gallo; mientras tanto, dormía feliz.

 

Afortunadamente más allá del río, su primo, rey de las aves de la otra orilla sospecho que algo había sucedido y cantó el kikiriki. al oírlo, el sol salió enseguida y todos se tranquilizaron.

 

También la Luna  Ngi  salió por la noche, dio una vuelta en sentido contrario de su hermano sol; luego fue a descansar. Llegó luego su hermana Namoakare y después Zerepke. Tres Lunas pasaron por el cielo y al fin salió el gallo de su casa hombre, ya volvía a tener plumas y había recobrado también su orgullo.

 

¡Deprisa! -dijo a las gallinas-, ¡Preparémonos mañana saldremos para visitar al cocodrilo!.

 

Al día siguiente partió la comitiva entre cantos y gritos y alegría. Los pollitos eran los más felices de todos; no creían que el mundo fuera tan grande. Bajaron al río y las gallinas abrieron el pico maravilladas.

¡Cuanta agua! – exclamaron a coro.

 

En la aldea del cocodrilo los preparativos para recibir al ilustre huésped fueron sensacionales. Comieron hasta saciarse, cantaron y bailaron, mientras los hipopótamos con el hocico fuera observaban con curiosidad lo que estaba ocurriendo.  

 

Antes de despedirse, el gallo quiso dirigir un discurso a su amigo:

– Amigo cocodrilo, te aseguro que nunca he visto en el mundo un jefe más poderoso que tú, y una aldea como la tuya, situada entre tierra firme y el camino del mar que anda solo. ¿Quién hay que sea como tú, Señor del Mundo seco y del mundo mojado? pero tengo que dejarte. Quisiera pedirte un recuerdo, y cuando la gente me pregunte ¿Dónde has encontrado una cosa tan preciosa?, le responderé: es un regalo de mi amigo el cocodrilo.

 

¡Claro, claro!  -respondió el cocodrilo. ¿Qué puede negarse a un amigo como tú?. 

 

Mira, necesito decorar las paredes de mi casa. ¿No podrías darme una piel como la tuya?.

 

El cocodrilo parpadeo dos veces, con los ojos salidos de sus órbitas;

Luego dijo: – Bien espera un poco.

 

Entro en su casa y salió con un paquete de pieles de todos los colores y tamaños.

 

– ¡Coge la que quieras! –  añadió el cocodrilo-.  aquí tienes pieles de antílope, de Baraona, de Mona Vuga. Mira estas pieles de leopardo; Adornos regios punto a ti te daré todo lo que haya en el mundo.

 

Pero el gallo no demostraba entusiasmo por esas cosas.

 

Luego dijo: – ¿Cómo puedes comparar esas virguerías con una piel como la tuya? ¡Eso sí que es hermosa y terrible, se ríe de las lanzas y de las flechas y el hierro hace cosquillas a sus escamas!

 

Y, sin más comentarios, el gallo y su escolta sacaron los cuchillos, hicieron un corte bajo el vientre del cocodrilo y lo despojaron de su piel. Lo dejaron así, desnudo y débil, sin una coraza protectora, en tal situación que caería seguramente en poder de los primeros que lo persiguieran.

 

Desde ese día el cocodrilo y el gallo se hicieron enemigos. 

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