Había una vez un hipopótamo rosa, que vivía en un gran estanque. Un día mientras tomaba el sol en la orilla escuchó a un pájaro cantar, y sintió un poco de envidia, ya que él siempre había querido cantar. Fijándose bien en los demás pájaros pensó también con curiosidad en que se sentiría al volar.
Prestó mucha atención en los movimientos de las aves y entonces decidió salir del estanque y comenzar a cantar fuerte y alto, pero no le salió bien. Entonces pensó que tal vez era porque ningún pájaro cantaba desde el suelo y trató de subir a un árbol pero lo rompió por su enorme peso. Sintiéndose avergonzado el hipopótamo se ocultó para estar solo ante la burla de todos los animales.
Un pájaro que estuvo observando durante sus intentos por parecerse a él, le preguntó:
– ¿Por qué intentas cantar y volar? Siendo un animal tan fuerte, y con tantas habilidades propias. – Incluso le confesó que él no sabía nadar y le preguntó qué sentía al poder nadar y bucear tan bien como él lo hacía siempre en el estanque.
El hipopótamo reflexiono sobre las palabras de su nuevo amigo el pájaro mientras miraba su propio reflejo en el agua. Pensó, soy un hipopótamo, y me acepto como tal. En ese preciso instante su manera de actuar cambió.
Comenzó reparando el árbol que había roto en su intento de ser un pájaro. Lo enderezo y lo cuido, hasta que el árbol se recuperó completamente. Se sintió muy feliz cuidando aquel árbol, de manera que pensó, que hacer buenas acciones y aceptarse a uno mismo era el comienzo de la felicidad. Su sentir cambió. De pronto con cada amanecer un sentimiento como una melodía surgía de lo más profundo de su ser.
Su felicidad comenzó a llamar la atención de todos los habitantes del estanque. Comenzó primero con una sonrisa que le brindaba cordialmente a todos los animales de la selva, luego continuaba con un divertido tarareo tararín, y sin darse cuenta poco a poco, se hizo más ligero al moverse.
Caminaba con mucha gracia, tranquilo y feliz, con su tarareo tararín, el hipopótamo se convenció de que la felicidad estaba dentro de él, cada vez que daba un paseo iba tarareando tararín tararín. El hipopótamo nunca se había sentido tan feliz. Su cambio de actitud atrajo la curiosidad de todos los animales que lo conocían.
Cuando caminaba por la orilla del estanque iba ligero de pies, y tarareando tararín, los animales le preguntaban:
– ¿Por qué eres tan feliz hipopótamo?
Él contestaba:
– El lago me mostró, un reflejo de hipopótamo atento, nadando soy un portento y enfermito no me encuentro. – Y seguía su camino sonriente tarareando, sonriente y feliz.
Un grupo de monos se acercó, y le preguntaron:
– ¿Por qué eres tan feliz hipopótamo?
– Muchos amigos tengo, respirando estoy y por eso tan alegre vengo.
Se encontró con unas pequeñas ardillas que al verlo ligero de pies andar, tarareando tararín y con una sonrisa singular le preguntaron:
– ¿Por qué tan feliz estás?
Y el contesto:
– Mi querida familia siempre me cuida, me acompañan y tengo segura mi comida. – Y siguió tarareando más fuerte, tararín tararín.
Unos búhos ancianos lo vieron y llenos de curiosidad le preguntaron.
– ¿Qué te hace tan feliz hipopótamo?
– Al aceptarme a mí mismo, muy cómodo conmigo estoy, ser como soy me llena de optimismo.
Unos cachorros de león que se acercaron a beber agua, lo vieron con su cara risueña, su tararear tararín, animoso y ligero de piernas y le preguntaron:
– ¿Señor hipopótamo porque eres tan feliz?
– Porque aprender cada día puedo, saber cosas nuevas llena mi ser, eso me hace ser muy feliz.
Su amigo el pájaro lo había seguido durante todo su camino y en una libreta cada una de sus respuestas fue anotando, con mucho cuidado lo guardo, y cuando su paseo el hipopótamo terminó, el pájaro volando se le acercó y le dijo:
– Tu curiosidad y ganas de aprender te pusieron en un aprieto, anotando estas líneas lo conseguí, como ser feliz ya no es para ti un secreto, ya sabes que ser uno mismo hace feliz.
El hipopótamo que aprendió valiosas lecciones y cantaba 🎵 tararín 🎵
El cuento nos enseña que cada uno de nosotros tiene sus propias cualidades y talentos, y que no debemos compararnos ni envidiar a los demás. También nos muestra que la felicidad no depende de lo que tenemos o hacemos, sino de cómo nos sentimos con nosotros mismos y con los demás. El hipopótamo rosa aprendió a aceptarse, a valorar lo que tenía, a ser agradecido, a ser amable y a aprender cosas nuevas. Así, se convirtió en un animal feliz y querido por todos. 🥰
5 lecciones que el hipopótamo agradece cada día 🌞
- La autoestima: debemos querernos y respetarnos tal y como somos, reconociendo nuestras fortalezas y debilidades, y no intentar ser como otros que nos parecen mejores. Cada uno es único y especial. 🌟
- La amistad: debemos apreciar y cuidar a nuestros amigos, que nos apoyan, nos escuchan y nos ayudan a crecer. También debemos ser amigos de los que son diferentes a nosotros, y aprender de ellos. La amistad nos hace más felices y nos enriquece. 🙌
- La gratitud: debemos agradecer todo lo que tenemos y lo que nos rodea, como nuestra familia, nuestra salud, nuestra escuela, nuestra naturaleza, etc. La gratitud nos hace valorar lo que tenemos y no darlo por sentado. También nos hace más generosos y solidarios. 🙏
- La bondad: debemos ser buenos y amables con los demás, sin burlarnos, criticar o hacer daño. La bondad nos hace más simpáticos y agradables, y nos ayuda a tener buenas relaciones. También nos hace sentir bien con nosotros mismos y con los demás. 😊
- El aprendizaje: debemos tener curiosidad y ganas de aprender cosas nuevas cada día, ya sea en la escuela, en casa o en cualquier lugar. El aprendizaje nos hace más inteligentes y creativos, y nos abre nuevas posibilidades. También nos hace más divertidos y aventureros. 🚀