El zurrón que cantaba

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Cuento popular salmantino 😈 cuento Halloween

Érase una madre que no tenía más que una niña, a la que quería muchísimo. La niña era muy buena, por lo que le había regalado un bonito collar de coral.

Un día le dijo que fuera por un cántaro de agua a la fuente, que estaba en las afueras del pueblo. Fue la niña, y cuando llegó a la fuente, se quitó su collar de coral para que no se le cayese en el pilón mientras llenaba el cántaro.

Junto a la fuente estaba sentado un pordiosero viejo, muy feo, que llevaba un zurrón, y que miraba a la niña con unos ojos extraños que le dieron miedo. Así que apenas llenó el cántaro, la niña echó a correr asustada y se dejó olvidada la gargantilla.

Al entrar en su casa, la echó de menos, y se volvió apresurada a la fuente para buscarla; y cuando llegó, estaba todavía allí el viejo, que cogió a la niña y la metió en el zurrón.

En seguida, se fue a pedir limosna por las casas, diciendo que traía una maravilla, y era un zurrón mágico que cantaba.

Las gentes curiosas quisieron oírlo, y el viejo dijo con una terrible voz de trueno:

Zurrón, canta;
si no te doy con esta lanza.

La pobre niña, muerta de miedo dentro del zurrón, no tuvo más remedio que ponerse a cantar, lo que hizo llorando, de esta manera:

Por agua fui a la fuente que está fuera del lugar,
y perdí mi gargantilla, gargantilla de coral.

¡Ay la madre de mi alma, qué enfadada se pondrá!

Volvime luego a la fuente por si podía encontrar
mi perdida gargantilla, gargantilla de coral.

¡Ay la madre de mi alma, qué apurada que estará!

No encontré mi gargantilla, gargantilla de coral,
no encontré mi gargantilla, y perdí mi libertad.

¡Ay la madre de mi alma, qué afligida que estará!

La niña cantaba realmente bien y las gentes quedaban maravilladas. Como les gustaba mucho oírla en todas partes le daban al viejo mucho dinero por presenciar la maravilla de que cantase el zurrón.

Recorriendo así muchos pueblos, llegó a la aldea donde vivía la madre de la niña, y conforme esta oyó la canción, reconoció al instante la voz de su hija.

Comprendiendo el engaño y la maldad del viejo, ideó rápidamente un plan para recuperar a su querida niña y le dijo al pobre:

-Anciano caballero, el tiempo esta noche es muy desapacible, el viento arrecia y el agua no cesa de caer. Quédese usted aquí esta noche recogido en mi casa, y le daré de cenar.

El pobre alagado aceptó el ofrecimiento y nada mas llegar a su casa la madre de la niña le ofreció de comer y de beber sin medida e infló tanto al mendigo que después de cenar se quedó dormido inmediatamente.

Entonces sin hacer ruido miró la madre dentro del zurrón y tal y como sospechaba, encontró a su niña, que estaba la pobre heladita y desfallecida.

Madre e hija llenas de alegría, se colmaron de abrazos y besos. Despues de comer un gran trozo de bizcocho la acostó y arropó feliz en la cama.

La madre urdió un plan para evitar que el viejo se percatara de la ausencia de la niña. Metió en el zurrón un gran perro y un gato.

A la mañana siguiente el viejo le dió las gracias, y pensando que podían pedirle algo de dinero por la gran cena del día anterior, se fue a toda prisa sin sospechar nada de lo sucedido.

Al llegar al siguiente pueblo en la primera casa que visitó gritó malhumorado al zurrón, como había hecho los días anteriores:

¡Zurrón, canta;
si no te doy con esta lanza!

Al punto dijo el perro:
Pícaro viejo, guau, guau.

Y el gato:
Perverso viejo, miau, miau.

Enojado el malvado viejo, creyendo que así cantaba la niña, con su bastón golpeó una y otra vez el zurrón, después de lo cual, lo abrió para continuar con el castigo por no obedecer.

Entonces salieron rabiando el perro y el gato, y el gato se le lanzó a la cara y le arañó los ojos y el perro furioso le arrancó de un mordisco la nariz.

Desde ese día nunca más se volvió a ver al desfigurado viejo que recibió su merecido castigo, de un perro y un gato.

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