Fábula de Borana – Kenia.
Antiguamente, el chacal no daba vueltas por la noche para buscar su comida, como hace ahora. Cuando oscurecía, se tendía tranquilamente en un matorral tupido descansando y esperando que el sol reapareciese en el horizonte.
Un día que tropezó con el elefante, sus costumbres cambiaron para siempre.
El elefante tenia muchas ganas de comer miel, y tuvo suerte por que en el bosque descubrió en lo alto de un árbol una colmena rebosante de miel. Fue un juego para él doblar hasta el suelo el árbol y recoger la dorada miel.
Cuando acabó la operación, se encaminó a su casa saboreando de antemano la delicia de una cena con la que soñaba desde hacia días.
Pero por el camino encontró al chacal, que no hacia más que lamentarse diciendo:
-¡Ay de mi, qué desgraciado soy! Todo lo he perdido y ahora me muero de hambre.
-¿Que te ha pasado?- le preguntó el elefante.
-Mi casa ha ardido y hace muchos días que no como. ¡Que desgraciado soy! Ni siquiera puedo llegar al arroyo para calmar mi sed, me fallan las fuerzas. ¡Que desgraciado soy!.
El elefante se conmovió y le dijo:
-Amigo chacal, yo soy muy fuerte, súbete en mi espalda y te llevaré a mi casa. Luego ya veremos…-
-Gracias- respondió el chacal, y se relamía pensando en la rica miel que transportaba el elefante para su cena.
El chacal, una vez montado sobre el elefante, comenzó a devorar la miel y cuando estaba lleno del todo dijo:
-Amigo elefante, es costumbre de los chacales que antes de entrar en casa ajena como invitado, se pase bajo el árbol del baobab-.
El elefante pasó por debajo del baobab, y el chacal subió a una rama y se escondió en lo más alto y tupido del árbol.
Cuando el elefante llegó a su casa, se dió cuenta de que el chacal no estaba en su grupa, ni tenia tampoco su miel. Se puso furioso y volvió sobre sus pasos para pedir cuentas al que le habia robado y abusado de su generosidad.
Al llegar junto al baobab empezó a sacudirlo. Pero era inútil…
Alargó su trompa al máximo, pero no vio ni la sombra del chacal. En cambio, oyó una voz que le decia desde las ramas más altas:
-Amigo, sé que he hecho mal comiéndome tu miel. Merezco un castigo. Pero nosotros los chacales sólo podemos ser castigados con las raíces de un termitero-.
Precisamente allí cerca había un gran termitero que tenia al menos cinco metros de alto.
El elefante, decidido a castigar al chacal derribó la casa de las termitas, pero por más que buscó no encontró sus raíces.
Estaba furioso y sus terribles bramidos infundían verdadero pánico.
-Oye- le gritó el chacal desde el árbol -Si no encuentras las raíces de ese termitero mira delante de ti, ve en dirección al sol y cuando llegues debajo búscale las raíces. Con ellas podrás derribar el baobab y castigarme como es debido.
El elefante enfurecido y sin pensarlo dos veces, echó a correr. Estaba decidido a alcanzar al sol que ya estaba inmóvil en el horizonte como cuando cargaba a toda velocidad para destrozar matorrales enredados y abrirse paso hacia el río.
La carrera fue larga y hubo un momento en que el sol desapareció. Entonces el agotado elefante por fin comprendió que lo habían engañado. Se detuvo y volvió sobre sus pasos para castigar a su modo al ladrón de miel. Pero el chacal hacia tiempo que habia bajado y se escondia en un espeso matorral de acacias espinosas.
Desde entonces, el chacal no se mueve durante el día por miedo a encontrarse con el elefante. Solo sale de su escondite para buscar algo de comer cuando se pone el sol.