RAPUNZEL

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Hace mucho tiempo, en un reino salvaje y peligroso vivía un matrimonio que anhelaba tener un hijo. Un buen día la mujer llenó la casa de felicidad al anunciar a su marido que por fin iban a tener un bebé.

El matrimonio vivía en una pequeña casa que estaba justo al lado de la casa de una bruja, quien tenía un hermoso jardín lleno de flores y plantas medicinales.

La mujer solía asomarse por la ventana para contemplar el precioso jardín de la bruja y de entre todas las flores que había, se quedaba hipnotizada mirando las preciosas ruiponces que es una planta comestible con flores en forma de campanilla. Un día empezó a sentir unas ansias terribles por probarlos, tal era la necesidad, que comenzó a angustiarse y a enfermar.

—Por favor —le rogó el hombre a su mujer— dime que puedo hacer para curarte.

—Tráeme ruiponces del jardín de la bruja —susurró— es lo único que podrá salvarme.

El marido, armado de valor, fue hasta el jardín de la bruja para robar unos ruiponces. Al volver a casa, se los dio a su mujer y ésta se los comió ansiosa. Pero ahora la mujer más ansiosa que antes, pedía más. De modo que al día siguiente, el marido volvió a cruzar el jardín de nuevo para ir por más ruiponces. Pero esta vez, la bruja lo vio.

—¡Ladrón! —chilló la bruja— ¡Cómo te atrever a venir a mi jardín a robar mis plantas!

—¡Por favor, perdóname!—Suplicó el hombre— Mi mujer está embarazada y muy enferma y si no le llevo esta planta temo que muera.

—Muy bien, puedes llevártela. —Respondió la bruja— Pero a cambio de la planta, deberás darme a tu hijo.

El hombre, muerto de miedo y sin pensalo, accedió.

Pasó un tiempo y la mujer dio a luz a una bella niña, a la que pusieron por nombre Rapunzel en honor a los ruiponces. El mismo día en que nació, apareció la bruja por la casa y, para desgracia de sus padres, se la llevó a vivir con ella a una lejana y alta torre que no tenia puertas y tan solo una alta ventana por la que entrar.

Los años pasaron y Rapunzel se convirtió en una hermosa joven, con una cabellera dorada tan larga como la torre. Cada vez que la bruja necesitaba entrar, gritaba:

– ¡Rapunzel, deja caer tu trenza!.

Entonces Rapunzel descolgaba por la ventana su larga trenza, y la bruja trepaba a través de ella.

Un día el príncipe de aquel reino se perdió en el bosque con su corcel, cuando escuchó una suave voz cantar. El príncipe, cautivado por la dulce voz, decidió buscar su procedencia y finalmente se topó con la alta torre. Intentó entrar pero para su sorpresa descubrió que la torre no tenia puertas, únicamente una pequeña ventana en la parte más alta de la torre. De repente escuchó un ruido entre la maleza y asustado por lo extraño de aquella torre se escondió entre los arbusto. Era la bruja que regresaba.

 —¡Rapunzel, deja caer tu trenza!, – gritó la bruja.

El príncipe vio con asombro como de la ventana surgía una larga trenza color oro, y como la bruja trepaba por ella para acceder a la torre.

Al día siguiente, volvió a pasar por el mismo lugar y de nuevo escuchó a Rapunzel cantar. Ya sabía como acceder a la alta ventana y estaba decidido a intentarlo, así que acercándose a la torre gritó:

—¡Rapunzel, deja caer tu trenza!.

La trenza cayó y el príncipe trepando por ella consigió entrar a la torre. Al verlo Rapunzel se asustó mucho, pero él logró calmarla y rápidamente se ganó su confianza. Charlaron muy animados toda la tarde y el príncipe desde entonces comenzó a visitarla todos los días. Iba cada tarde sin que la bruja se diera cuenta. Un día cuando Rapunzel ayudaba a la bruja a subir por la torre, descuidada, dijo sin pensarlo:

—Eres mucho más pesada que el príncipe.

—¡Malvada!—Gritó la bruja—me has estado engañando todo este tiempo. – Y tomando unas grandes tijeras cortó sus largos cabellos. Agarró a Rapunzel y voló con ella fuera de la torre alejándola hasta dejarla en un escondido claro en la profundidad del bosque.

Esa tarde el príncipe llego como cada día a la torre y grito para que Rapunzel dejara caer su trenza. La trenza se deslizó desde la ventana como siempre y el príncipe subió sin saber que ha caído en una trampa. Dentro le esperaba la bruja, quién rápidamente, con un hechizo, le dejó ciego al instante y luego acercándose sin hacer ruido lo empujo traicionera por la ventana. El príncipe cayó por la ventana temiéndose lo peor, pero fue afortunado y sobrevivió a la terrible caída al ser frenado por unas ramas y arbustos.

El príncipe, incluso sin poder ver, pasó mucho tiempo caminando por el bosque, dolorido, sucio y desorientado, buscando a Rapunzel. Preguntaba por ella a cualquiera que se cruzaba en su camino, pero nadie la había visto. Un día, caminando por el profundo bosque, su corazón dio un brinco al escuchar a lo lejos una dulce melodía que conocía muy bien. Dejándose guiar por ella llegó hasta un claro entre la maleza.

Rapunzel al verlo aparecer, y llena de felicidad, corrió a abrazarlo mientras de sus ojos brotaban lágrimas de felicidad que al tocar al príncipe rompieron el hechizo devolviéndole la vista de nuevo.

Ambos volvieron al palacio y todo el pueblo se llenó de alegría por el regreso del príncipe y por la nueva princesa.  A los pocos días comenzaron los preparativos de una gran boda, se casaron y vivieron felices por siempre jamas.

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