Olaf y el verano mágico

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la sorpresa de Elsa para Olaf y el reino de Arendelle

El verano había llegado al reino de Arendelle, pero no era un verano cualquiera. Era el verano más caluroso que se recordaba, y el sol brillaba con fuerza sobre las montañas, los campos y el fiordo. Casi todo el pueblo estaba en sus casas, refugiándose del calor, y solo salían a comprar hielo o a bañarse en el río. Pero había alguien que no se quería quedar en casa, alguien que estaba feliz con el calor. Era Olaf, el muñeco de nieve que había cobrado vida gracias a la magia de Elsa, la reina de las nieves. Olaf siempre había soñado con el verano, con las flores, los pájaros y los helados. Así que aquel día, se levantó muy temprano y corrió a despertar a Anna, la hermana de Elsa y su mejor amiga.

– ¡Anna, Anna, despierta! – gritó Olaf, entrando en su habitación y saltando sobre su cama – ¡Vamos a jugar fuera, vamos a disfrutar del verano!

Anna se sobresaltó y se frotó los ojos. Estaba muy cansada, porque había pasado una noche horrible, sudando y dando vueltas en la cama. No le gustaba nada el calor, prefería el invierno, la nieve y el chocolate caliente. Pero al ver la cara de ilusión de Olaf, no pudo negarse. Después de todo, él era su amigo, y sabía que el verano era su sueño.

– Está bien, Olaf, vamos a jugar fuera – dijo Anna, bostezando y sonriendo – Pero primero, tenemos que buscar a Elsa. Ella también tiene que divertirse.

– ¡Sí, sí, vamos a buscar a Elsa! – exclamó Olaf, tirando de la mano de Anna y arrastrándola fuera de la habitación.

Los dos corrieron por los pasillos del castillo, buscando a Elsa. La encontraron en el gran salón, donde había un invitado muy especial. Era Kristoff, el novio de Anna, que había venido a visitarla desde las montañas, donde vivía con su reno Sven. Kristoff era un hombre fuerte y valiente, que se dedicaba a cortar y vender hielo. Pero aquel verano, su negocio no iba muy bien, porque nadie quería comprar hielo. Así que había decidido pasar unos días con Anna y Elsa, y ver si podía ayudarlas con algo.

– ¡Elsa, Elsa, estás aquí! – dijo Olaf, entrando en el salón y abrazando a la reina – ¡Te presento a Kristoff, es el novio de Anna!

Elsa sonrió y saludó a Kristoff, que estaba muy sorprendido. No podía creer que le estuviera hablando un muñeco de nieve. Olaf le explicó a Elsa que quería salir a disfrutar del caluroso día, y que había venido a buscarla para que se uniera a ellos. Elsa dudó un momento. Ella tampoco era muy fan del calor, y prefería quedarse en el castillo, donde podía usar sus poderes de hielo para refrescar el ambiente. Pero al ver la cara de emoción de Olaf, y la de amor de Anna y Kristoff, se sintió conmovida. Recordó que disfrutar de un día de verano era el sueño de Olaf, y que ella se lo debía, por haberle salvado la vida una vez. Así que aceptó la propuesta de Olaf, y los cuatro se pusieron en marcha.

– ¿A dónde vamos? – preguntó Elsa.

– Vamos a merendar al fiordo – dijo Anna – Allí podremos navegar, nadar y tomar el sol.

– ¡Qué bien, siempre he querido navegar! – exclamó Olaf – ¡Y nadar, y tomar el sol!

Los cuatro fueron a la cocina y le pidieron a Oaken, el cocinero del castillo, que les preparara unas galletas, unos bocadillos y una jarra de limonada. Oaken era un hombre muy simpático y generoso, que siempre estaba dispuesto a ayudar. Pero aquel día, estaba muy agobiado por el calor, y tenía la cabeza metida en la nevera.

– Hace demasiado calor para hornear galletas – dijo Oaken, sacando la cabeza de la nevera y secándose el sudor – Pero hay limonada helada, ¿os apetece?

– ¡Me encanta la limonada! – exclamó Olaf, cogiendo la jarra y bebiendo un sorbo – ¡Está deliciosa!

– Cuidado, Olaf, no te derritas – le advirtió Anna, cogiendo unas galletas y unos bocadillos.

– No te preocupes, Anna, estoy hecho de nieve mágica – dijo Olaf, sonriendo – Nada puede derretirme. > Aa Papa: Olaf, Anna, Elsa y Kristoff salieron del castillo para emprender su día de merienda. Pero antes de llegar al fiordo, se detuvieron en los jardines reales, donde había muchos niños jugando. Olaf y los niños se llevaron muy bien, y pronto se pusieron a jugar al escondite, al pilla-pilla y al balón. Olaf estaba encantado de tener tantos amigos, y de poder compartir con ellos su alegría por el verano. Los niños también estaban felices de jugar con Olaf, y de ver cómo hacía trucos con su nariz de zanahoria, sus brazos de ramas y su sombrero de copo de nieve. Después de jugar un rato, Anna buscó un sitio con sombra para sentarse, y le hizo señas a Elsa y Kristoff para que se unieran a ella.

– ¿Estáis listos para ir al fiordo? – preguntó Elsa.

– Sí, sí, vamos al fiordo – dijo Olaf, dejando a los niños y corriendo hacia ellas – ¡Vamos a navegar!

Anna, Elsa, Olaf y Kristoff subieron a su velero, que estaba amarrado en el puerto. Olaf estaba tan emocionado que hasta se atrevió a tripular el barco, con la ayuda de Kristoff, que le enseñó a manejar el timón, las velas y el ancla. Elsa y Anna se sentaron en la proa, y disfrutaron del viento en sus cabellos, del olor a sal y de la vista del horizonte. Cuando llegaron al fiordo, echaron el ancla y bajaron a la playa, donde había una sombrilla, una manta y una cesta con la comida. Anna y Elsa prepararon la merienda, pero Olaf no podía estar quieto. Estaba fascinado por la arena, y se puso a hacer ángeles en ella, como solía hacer en la nieve. Pero para Anna, la arena estaba demasiado caliente, y le quemaba los pies. Ella prefería refrescarse en el agua, y se metió en el mar, invitando a Elsa y Kristoff a seguirla. Los tres se divirtieron toda la tarde, nadando, buceando y salpicándose. Olaf también quiso probar el agua, pero se dio cuenta de que estaba muy fría, y que le hacía cosquillas. Así que volvió a la arena, y se puso a hacer una escultura de Kristoff y Sven, usando conchas, algas y piedras.

– ¡Mira qué bien lo he hecho! – dijo Olaf, orgulloso de su obra – ¡Parecen de verdad!

– Te ha quedado muy bien, Olaf – le dijo Elsa, saliendo del agua y secándose con una toalla – Eres un artista.

– Gracias, Elsa – dijo Olaf, abrazándola – Eres muy amable.

Olaf, Anna, Elsa y Kristoff también jugaron con las olas en la orilla, y bailaron con las gaviotas, que les hacían compañía. Cuando ya no podían más, se sentaron a merendar a la sombra de un árbol, y se repartieron las galletas, los bocadillos y la limonada. Olaf estaba tan feliz, que no podía dejar de sonreír.

– Este es el mejor día de mi vida – exclamó Olaf, mirando a sus amigos – Os quiero mucho.

– Nosotros también te queremos, Olaf – le dijeron Anna, Elsa y Kristoff, abrazándolo – Eres nuestro amigo.

Los cuatro se quedaron un rato más en la playa, charlando y riendo, mientras el sol se ponía en el cielo, tiñéndolo de naranja, rosa y violeta. Olaf se quedó maravillado con el espectáculo, y quiso abrazar al sol, pero Elsa le dijo que era mejor admirarlo desde lejos.

– ¿Estáis listos para volver al castillo? – preguntó Kristoff, recogiendo sus cosas.

– Sí, sí, vamos al castillo – dijo Olaf, cogiendo su sombrero y su nariz – ¡Vamos a cenar!

Los cuatro subieron de nuevo al velero, y navegaron de vuelta al puerto, donde les esperaba Sven, el reno de Kristoff, que había estado pastando tranquilamente en el prado. Sven se alegró de verlos, y les dio la bienvenida con un bramido. Olaf le dio una zanahoria, y le dijo que había sido un día maravilloso.

– ¿Te lo has pasado bien, Sven? – le preguntó Olaf.

– Sí, sí, me lo he pasado bien – le respondió Sven, masticando la zanahoria – Pero tengo calor.

– No te preocupes, Sven, mañana hará más fresco – le dijo Elsa, guiñándole un ojo.

Elsa tenía una sorpresa preparada para todos. Como tenía sus poderes mágicos sobre el hielo, había decidido convertir el verano en invierno por un día, para que todos pudieran disfrutar de la nieve, el hielo y el frío. Pero no se lo dijo a nadie, quería que fuera una sorpresa. > Aa Papa: Los cinco llegaron al castillo, y entraron en el comedor, donde les esperaba una cena deliciosa, preparada por Oaken, que había salido de la nevera. Había sopa, pollo, ensalada, pan, queso y fruta. Y de postre, helado, pastel y chocolate. Olaf se puso las botas, y comió de todo, menos el helado, que le parecía demasiado frío. Los demás también comieron con gusto, y brindaron por su amistad, por el verano y por el futuro.

– Ha sido un día increíble – dijo Anna, mirando a Kristoff con ternura.

– Sí, ha sido un día increíble – dijo Kristoff, mirando a Anna con amor.

– Ha sido un día increíble – dijo Elsa, mirando a Olaf con gratitud.

– Ha sido un día increíble – dijo Olaf, mirando a todos con felicidad.

Después de cenar, se fueron a dormir, cada uno a su habitación. Olaf se acostó en su cama de nieve, y se tapó con su manta de copos. Antes de cerrar los ojos, miró por la ventana, y vio el cielo estrellado. Se sintió muy afortunado de tener unos amigos tan buenos, y de haber vivido un día tan bonito. Se durmió con una sonrisa en la cara, y soñó con el verano.

Pero al día siguiente, cuando se despertó, se llevó una gran sorpresa. Al mirar por la ventana, vio que todo estaba cubierto de nieve. El suelo, los árboles, los tejados, todo. Y hacía un frío que pelaba. Olaf no podía creerlo. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba el verano? ¿Dónde estaba el sol? Se levantó de un salto, y salió corriendo de su habitación, buscando a Elsa.

– ¡Elsa, Elsa, qué ha pasado! – gritó Olaf, entrando en su habitación y saltando sobre su cama – ¡Ha nevado, ha nevado!

Elsa se despertó y se frotó los ojos. Estaba muy contenta, porque su plan había salido a la perfección. Había usado sus poderes de hielo para crear una tormenta de nieve durante la noche, y convertir el verano en invierno. Pero no le dijo nada a Olaf, quería ver su reacción.

– ¿Ha nevado? – preguntó Elsa, fingiendo sorpresa – ¿De verdad?

– Sí, sí, ha nevado – dijo Olaf, señalando la ventana – ¡Mira, mira!

Elsa se levantó y se acercó a la ventana. Vio el paisaje blanco y brillante, y sonrió. Luego, miró a Olaf, que estaba confundido y asustado.

– No te preocupes, Olaf – le dijo Elsa, abrazándolo – Es solo un día de invierno. Mañana volverá el verano.

– ¿Un día de invierno? – preguntó Olaf, sin entender.

– Sí, un día de invierno – repitió Elsa, guiñándole un ojo – Un día de invierno para que puedas disfrutar de la nieve, el hielo y el frío. Un día de invierno para que puedas hacer muñecos de nieve, tirarte bolas y patinar. Un día de invierno para que puedas ver lo bonito que es el invierno.

– ¿Un día de invierno? – repitió Olaf, pensando.

– Sí, un día de invierno – insistió Elsa, sonriendo – Un día de invierno que te he regalado yo, porque te quiero mucho, y quiero que seas feliz.

– ¿Un día de invierno? – repitió Olaf, iluminándose.

– Sí, un día de invierno – confirmó Elsa, besándolo – Un día de invierno que será el mejor día de tu vida.

Olaf se quedó boquiabierto, y luego se echó a reír. Se dio cuenta de que Elsa le había hecho una sorpresa maravillosa, y se sintió muy agradecido. Le dio las gracias, y le dijo que la quería mucho. Luego, se puso su bufanda, sus guantes y sus botas, y salió corriendo de la habitación, buscando a Anna y a Kristoff para disfrutar juntos de ese maravilloso día de invierno en pleno verano.

Conclusión final sobre el cuento: OLAF Y EL VERANO MÁGICO

Los amigos son un tesoro cuídalos y trátales como a ti te gustaría que te trataran para que ellos te traten a ti de la misma manera.

5 Lecciones sobre el cuento

  • Se considerado con los demás.🤗
  • Trata a tus amigos como te gustaría que te tratasen a ti.🥰
  • Los amigos de verdad nunca se pierden.🤝
  • Hay que ser valiente y correr aventuras.⛵
  • Respeta a todos por igual.👍😊

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