¿Quien es Winnie the Pooh? 🧸 Episodio 1
He aquí al Oso Eduardo bajando las escaleras con la cabeza -plom, plom, plom- de la mano de Christopher Robin.
Es la única manera que él conoce de bajar las escaleras, aunque a veces piensa que debe de haber otra forma mejor y que seguramente la descubriría si pudiera dejar de darse golpes en la cabeza y pararse a discurrir. Y luego, en cambio, piensa que tal vez no hay otra forma.
En todo caso ahora ya está abajo y dispuesto a sernos presentado por su nombre especial: Winnie the Pooh.
Cuando oí el nombre por primera vez, dije, igual que vosotros ibais a decir:
-¡Pero yo creí que era chico!
-Claro que es chico -dijo Christopher Robin.
-Entonces no puede llamarse Winnie.
-Claro que no.
-Pero tú has dicho…
-He dicho Winnie de Po. ¿No sabes lo que significa de?
-Sí. claro, ahora lo entiendo mejor -dije rápidamente, y confio en que vosotros también lo entendáis, porque ésta es toda la explicación que vais a recibir.
À veces, cuando Winnie de Pooh baja al salón, le gusta jugar a algún juego; otras veces prefiere sentarse tranquilamente frente a la chimenea y escuchar un cuento.
Esta tarde… -¿Por qué no cuentas un cuento?
-Es una idea. ¿Podrías contarle uno a Winnie de Pu, por favor? -Supongo que sí -dije-. ¿Qué clase de cuento prefiere?
-Uno en el que salga él. Porque es esa clase de Oso.
-Ya veo.
-Así que, ¿podrías?
-Lo intentaré-dije. Y lo intenté.
Winnie de Pooh y las abejas 🐝
Erase una vez, hace mucho tiempo, más o menos el viernes pasado, un Oso que se llamaba Winnie Pooh y que vivía solo en el Bosque, bajo el nombre de Sanders.
-Qué significa «bajo el nombre»? -preguntó Christopher Robin. -Significa que tenía el nombre sobre la puerta, escrito en letras de oro, y que vivía debajo. – Winnie de Pu no estaba seguro -dijo Christopher Robin. -Ahora ya lo sé -dijo una voz ronca. Entonces sigo -dije yo.
Un día que salió a pasear, llegó a un claro en medio del Bosque y encontró un gran roble.
Inmediatamente oyó un fuerte zumbido que venía de lo alto del árbol. Winnie de Po se sentó al pie del árbol, puso la cabeza entre las zarpas y empezó a pensar.
Lo primero que pensó fue: «Ese zumbido significa algo. No se encuentra un zumbido como ése, zumba que te zumba, sin que signifique algo. Si hay un zumbido es que alguien está zumbando, y el único motivo que yo conozco para zumbar es porque eres una abeja».
Luego siguió pensando otro buen rato, y dijo:
-Y la única razón que se me ocurre para ser una abeja es hacer miel.
Y entonces se levantó y dijo:
-Y la única razón que se me ocurre para que alguien haga miel es que yo me la pueda comer.
Así que empezó a trepar por el árbol. Trepó, y trepó Y trepó, y mientras trepaba, para sí cantaba, y cantaba, Y cantaba, una cancioncilla así de sencilla:
Es algo milagroso cuán goloso es un oso
El oso es siempre fiel a su tarro de miel.
Trepó un poco más alto… y un poco más alto… y todavía, un poco más alto. Para entonces ya se le había ocurrido otra canción:
A poco que la Abeja pensara como un Oso,
yo no estaría trepando este tronco horroroso.
Pero, como la Abeja piensa de otra manera,
la miel está ahí arriba y que trepe el que quiera.
Con tanto ejercicio estaba ya francamente cansado y por eso mismo cantaba una Canción Quejosa. Sin embargo, estaba llegando arriba y, si conseguía ponerse en pie en aquella rama…
iCrac!
-Mecachis! -dijo Puh mientras caía a una rama tres metros más abajo. Si no hubiera… -dijo rebotando seis metros más hasta la siguiente rama.
-Lo que yo pensaba hacer… -explicó dando una voltereta y cayendo cabeza abajo cinco metros hasta quedar colgado en otra rama.
-Lo que yo pensaba hacer…
-Claro que hay que reconocer… -admitió mientras resbalaba a través de las seis ramas siguientes.
-Esto me pasa… -decidió, despidiéndose de la última rama con un airoso volatín y aterrizando en un matojo de espinos-, esto me pasa por ser tan aficionado a la miel.
¡Mecachis!
Salió a gatas del matojo, se quitó las espinas de la nariz y empezó a pensar de nuevo. Y la primera persona en quien pensó fue en Christopher Robin.
(-¿Ese soy yo?-dijo Christopher Robin con voz emocionada, sin atreverse a creerlo. Ese eres tú.
Christopher Robin no dijo nada, pero sus ojos se volvieron más y más redondos y sus mejillas más y más sonrosadas).
(FIN DE LA PRIMERA PARTE)