En un bosque muy muy lejano, vivía un pequeño cervatillo muy alegre y juguetón llamado Bambi. Sucedía que Bambi no era el más hábil de los animales, de hecho, muchos animales del bosque decían que era torpe.
Lo que sucede es que los cervatillos pequeños no pueden controlar muy bien sus largas patitas.
Había un animal en especial que era algo odioso con el pequeño Bambi, un Zorro llamado Cristian. Al parecer a Cristian le gustaba burlarse de cada pequeño tropiezo que sufría Bambi.
– No puedo creer que seas tan torpe – le decía siempre al pequeño Bambi – pronto te saldrán los cuernos y todavía caminas como un recién nacido.
–Ya déjalo en paz – Dijo el búho desde una rama cercana – quizá él tenga otras habilidades que no sea correr ágilmente como tú.
El zorro soltó una ruidosa carcajada – Lo dudo mucho – decía Cristian en tono altanero.
Esto sucedía constantemente, así pasó el tiempo, y pronto llegó el momento en el que a Bambi le crecieron sus cuernos, pero aún así, no era muy hábil con sus patas. Sus cuernos eran pequeños, no más grandes que un dedo pulgar.
Un día Bambi se encontraba paseando por el bosque viendo los árboles, cuando de repente decidió pulir un poco sus cuernos raspando un pequeño tronco cortado que encontró. El pequeño cervatillo comenzó a raspar sus pequeños cuernos contra la madera y se dio cuenta que al hacer esto podía tallar la madera.
–¿Qué pasará si decido darle otra forma a este tronco?
Entonces lo hizo, empezó la nueva tarea que él mismo se había propuesto cumplir. Con cada pequeño roce entre sus cuernos y el tronco, el cervatillo veía como la madera tomaba la forma que él le quería dar, en esto duró varias horas, hasta que calló la noche.
Al día siguiente, al despertar, Bambi emprendió nuevamente su trabajo. Volvió al mismo sitio donde estaba el tronco y continuó con su labor. Tres días llevaba Bambi haciendo esto y una de esas mañanas en las que Bambi se levantó para dar los toques finales a su proyecto, el búho se dio cuenta de que algo estaba haciendo el pequeño cervatillo que iba al bosque tan temprano y regresaba tan tarde, entonces, decidió seguirlo.
Cuando Bambi llego al sitio donde estaba la obra de arte casi terminada, de inmediato inició su labor. Al poco rato llegó el búho que no pudo contenerse y soltó una exclamación.
–¡Que cosa tan maravillosa! – gritó.
El grito de emoción provoco que el cervatillo volteara rápidamente a donde se encontraba el búho – ¡Silencio! ¡Silencio! – decía Bambi – nadie puede enterarse de esto.
–¿Por qué no? ¡Si es maravilloso! – dijo el búho– sabía que tenías alguna habilidad espectacular como esta, todos deben saberlo.
Entonces el búho se fue volando a buscar a todos los animales del bosque, voló rápidamente entre las ramas y a cada animal que se conseguía le decía que había algo maravilloso que debían ver, que lo siguieran a donde estaba el tronco del árbol cortado. Luego de un rato el búho llegó a donde estaba Bambi con un gran número de animales que lo seguían, y cuando llegaron al sitio hubo un gran silencio, todos con expresión de asombro miraban fijamente la obra de arte.
Bambi había tallado lo que era un ciervo adulto, con todo y los detalles de los cuernos, el más mínimo detalle se veía marcado en la madera.
– Él lo hizo – dijo el búho señalando a Bambi.
Todos los animales lo felicitaron y muchos le pidieron disculpas por los comentarios que habían hecho sobre él, entre ellos el zorro Cristian, quien se acercó y haciendo una reverencia con humildad le dijo:
– Pido tu perdón ante todos, por haber creído que no eras capaz de nada. Sin dudas esta es una hermosa habilidad y has hecho una obra espectacular que ni yo con mis veloces y agiles patas sería capaz de hacer.