Había una vez un príncipe que juró no casarse a no ser que fuese con una princesa de verdad, con un árbol genealógico tan recto y noble como el suyo.
Recorrió muchos paises, pero de todas las princesas casaderas que encontraba, que no fueron pocas, ninguna podía demostrar que su linaje se remontase a muchos siglos, ninguna le parecía una auténtica princesa.
Al fin frustrado regresó a su reino donde le anunció a sus padres que con él acabaría su linaje, pues ya no quedaban auténticas princesas Se habían extinguido como los viejos dragones.
Poco tiempo después de su regreso, una noche en que llovía a cántaros, llamaron a la puerta del palacio, el guardia comunicó a los reyes que había solicitado refugio una indigente que decía ser la princesa de un minúsculo reino cercano, perseguida por su tío el regente, el cual quería obligarla a casarse con su hijo, para que éste pudiese reinar.
Bueno el viejo rey no podía hacer otra cosa que darle refugio, y la verdad, después de que se pusiese un traje limpio y se peinase, había que reconocer que era muy hermosa, que sabía hablar y tenía buenos modales en la mesa también, pero nadie sabía nada sobre su reino, aunque si era tan pequeño y siempre se había ocupado de sus propios asuntos, era posible que nunca hubiesen oído hablar de él.
El príncipe decidido a salir de dudas, ya que esta princesa le gustaba de verdad, mandó a colocar un guisante sobre la base de la cama, y encima 25 colchones de pluma, dos sábanas de seda, cuatro almohadones de plumón, y una hermosa colcha de seda y oro.
Y el mismo inspeccionó la confección del lecho de la supuesta princesa, no fuese que le estropeasen el experimento los criados.
Al día siguiente le preguntó:
—Por cierto princesa, ¿Como habéis dormido?
—¡No he podido pegar ojo en toda la noche!, había un bulto en mi cama, estoy llena de moraduras y me duele todo el cuerpo.
El príncipe totalmente enamorado decidió pedirle la mano en ese momento, pues, ¿quién sino una auténtica princesa iba a tener una piel tan suave y tanta sensibilidad, como para que un guisante le hiciese un morado a pesar de los 25 colchones de plumas y todo lo demás?
La princesa le aceptó, pues era muy guapo y había demostrado ser muy sabio.
Así que se casaron y vivieron felices y comieron perdices, a su tío el regente le dio un berrinche, y el guisante lo pusieron en una urna de cristal, y es el más preciado tesoro de ambos reinos.