Un ratón de ciudad invitó a merendar a otro compañero que habitaba en el campo, y hallándose juntos en la bien provista despensa de un palacio, dijo el ratón de la casa al campesino:
-Amigo mio, come lo que gustes y sin cuidado, que las provisiones son variadas y abundantes.
Ya habían comenzado a saborear los mejores manjares, cuando de repente y con gran estrépito, el cocinero abrió la despensa. Los ratones, asustados, escaparon cada uno por su lado, y como el de la casa conocía todos los rincones se puso en seguida a salvo, mientras el forastero no acertó a encontrar escondite alguno.
Al marcharse el cocinero, salieron de nuevo los comensales, y el campesino, tomando la palabra, preguntó al ciudadano:
-¿Es aquí tan frecuente el peligro?…
-Si, -contestó el otro-, esto sucede muy a menudo, y por eso debes tener mucho cuidado.
-¡Vaya! -repuso el campesino- ¡Si esto ocurre todos los días es cierto que vives rodeado de riquezas, con todo, prefiero mi pobreza del campo al peligro en que habitas!
No hay riqueza, en tener demasía,
sino en vivir con alegría.